22/5/08 Aitor
No está mal el equilibrado reparto de estopa del tío Garrigues.
Estoy esencialmente de acuerdo con su reduccionismo sobre la tendencia de los conservadores a conservar y de los socialistas a socializar (o a defender lo socializado, que es uno de nuestros grandes retos de los últimos años). También me gusta el tirón orejas anti-neoliberal. Pero me parece que, como siempre, a los adalides del «liberalismo auténtico» les falta entrar al trapo a discutir qué quieren decir con eso de la libertad del individuo, y fundamentalmente, cómo se aplica en la práctica.
Los liberales de verdad en España han estado desde hace décadas y en su mayoría siguen estando en el PSOE, o en los alrededores. Lo están por tradición política y por aplicación práctica de sus principios. No digo que al 100% a gusto, no, pero lo están.
Por una razón muy sencilla. La libertad fundamental del individuo debe ser la de decidir sobre los aspectos que definen su persona y su vida, y estas decisiones son una simple utopía política a no ser que existan políticas públicas más o menos amplias que garanticen la posibilidad real de llevarlas a la práctica; políticas de apoyo al acceso a la educación, salud, cultura, de conservación del entorno, inversión en infraestructuras, etc. y también leyes que amplíen los derechos sociales.
Dicho de otra manera, sin una ética de la igualdad (de oportunidades, como mínimo), la libertad del individuo se queda en papel mojado para la mayoría y el «liberalismo» se convierte en libertad individual plena para el que tenga los medios y las oportunidades, y los demás que se fastidien (por decirlo suavemente) y se conformen con la libertad de elegir detergente.
Hoy por hoy es el partido socialista el que apuesta por ampliar la frontera de las libertades individuales en España. De tres maneras, literalmente ampliando las libertades a golpe de legislación, a través de políticas públicas y sociales amplias, y dando voz a identidades sociales múltiples. Hablamos de libertades básicas, fundamentales, como la de definirse vasco antes que español, o español antes que catalán, o incluso definirse anti-español. O la libertad de formar familia con quien se quiera y como se quiera, por poner algunos ejemplos de los más evidentes. O como la libertad de conciencia y la consiguiente aplicación del laicismo del estado, en la educación, la sanidad, la moralidad… La libertad de elegir el futuro porque la educación y la salud me lo permiten. La libertad de tener y hacer familia porque ni los menores, ni los mayores, ni los discapacitados están desamparados.
Las libertades que importan, y no el discurso tantas veces vacío del «individuo» o «la libertad económica», que a menudo solo blanden ciegamente los que ya poseen una y la otra, y no para extendérsela a los demás, sino para que no les hagan pagar impuestos. Hablando de moralidad.
Sin las políticas «sociales» (de los socialistas), políticas de dependencia, empleo, familia, juventud, cultura, medioambiente, infraestructuras, inversión pública, sin esas políticas sociales tan denostadas, la libertad, en el debate político español, se reduce a una triquiñuela para poder justificar que quiero hacer lo que me de la gana con la herencia de papá sin tener que pagar impuestos (soy hijo único de hijo único, así que yo también tengo herencia de papá de la que preocuparme… pero no a costa de la sociedad.)
Por eso los liberales de verdad en España, puede que a falta de cosas mejores en su opinión, están en el PSOE, o no muy lejos.
Yo no soy un liberal, por cierto, sino simplemente un rojillo.
Salud.
Aitor
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