Washington, D.C.: “¿Realmente existe la política exterior española?” Con esta desafiante pregunta inició esta sesión de Zorba nuestro invitado, Juan Tovar, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Madrid, investigador posdoctoral en la Universidad Carlos III de Madrid, investigador visitante en la Universidad de Georgetown, y autor de una multitud de artículos, análisis y trabajos en materia de política exterior publicados por los medios especializados más prestigiosos de España. Es decir: no cabía duda de que la pregunta de Juan, por muy desafiante que fuera, tenía un respaldo intelectual de calado.

Así fue como inició nuestro invitado una exposición sobre lo controvertido que en la doctrina puede llegar a ser el admitir que una potencia media tiene una política exterior. Pero las dificultades no acaban ahí: admitiendo que la política exterior exista realmente, el debate se centraría en discernir si es necesario para una potencia media como España que esta política esté consensuada entre las grandes fuerzas políticas del país, o si es admisible—o incluso aconsejable—que esta línea de actuación del estado se vea, al igual que la mayoría de las políticas internas, sometida al debate y al disenso. Los teóricos, nos contó nuestro invitado, no se ponen de acuerdo. Para algunos el consenso nunca ha existido realmente y ven el disenso como algo necesario porque la política exterior debe estar conectada con la interior. Para otros, el consenso es una condición sine qua non pues sólo así se aporta solidez a sus fundamentos. Mientras, un tercer grupo ve la necesidad de que existiera este consenso en el contexto de la Transición pero ya no lo estima necesario.
Estas posiciones están fundamentadas en la parcelación de la historia reciente de la política exterior española: la modernización de la política exterior tardo-franquista con Castiella a la cabeza; la década que va desde 1976 a 1986 con el ingreso a las Comunidades Europeas y a la OTAN como telón de fondo; el consenso predominante hasta 2002; el disenso imperante desde 2002 hasta 2008; y la crisis de la política exterior española a partir de 2008 ante el desahucio de los elementos de poder blando característicos de la etapa previa, dada la nueva carestía de recursos públicos.
La actual política exterior española—nos decía Juan como colofón del repaso histórico—parece, a pesar de ciertos cambios menores, continuar en la línea marcada por el anterior gobierno dadas las dificultades económicas. Las reducciones presupuestarias han sido muy notables tanto en el ámbito de la cooperación al desarrollo como en el ámbito de la Defensa y la cooperación militar internacional. Estas circunstancias otorgan por lo tanto una relevancia aún mayor a la desafiante pregunta originaria: ¿realmente podemos hablar de una política exterior española si mantenemos que España está de alguna manera “intervenida”, si España no goza hoy de recursos suficientes para desarrollar ejes de actuación internacional significativos?
Para acometer el futuro de la política exterior española con ciertos visos de éxito, nuestro ponente señalaba que debemos centrarnos primero en analizar dónde se encuentran las mayores dificultades. Para ello, habría que comenzar por admitir que en España hay un problema de tipo académico: ni la sociedad civil ni las universidades han sentado aún bases sólidas para un estudio de las relaciones internacionales certero, enriquecedor y vanguardista. De hecho, hasta los años 1980 y 1990, esta materia, por un lado, había quedado encasillada en el ámbito jurídico de las universidades y, por otro, los institutos, fundaciones y laboratorios de ideas especializados en relaciones internacionales no existían—o existían anecdóticamente—en España.
Segundo, existe una falta de grandes teóricos en este ámbito en España. Hay “tomadores de decisiones” pero no intelectuales generadores de grandes paradigmas de la política exterior española. Tercero, la clase política española parece tener poco interés en la política exterior, pues ésta, recurriendo al tópico, no permite ganar elecciones. Y cuarto, el servicio exterior español, que podría jugar un papel modernizador clave en este campo, ha fracasado en sus intentos de reformarse.
En el intercambio de comentarios y preguntas que sucedieron a la exposición de Juan, la pregunta que estaba en mente de todos no se hizo esperar: ¿qué podríamos hacer para mejorar la situación de la política exterior española? Según nuestro invitado, dada la paupérrima situación de las arcas públicas, poco. No obstante, reformas institucionales como la creación de un Consejo de Seguridad Nacional, la incorporación de expertos en relaciones internacionales y académicos a ámbitos de decisión política trascendentes, o la consideración del tema “Unión Europea” como uno de política interna más que exterior, podrían ser unos primeros pasos en la buena dirección.
El debate continuó con Juan Tovar tratando los muy diversos temas planteados por los “zorbianos”: el papel de la Casa Real como actor de la política exterior española, las nacionalizaciones de YPF y Red Eléctrica en Hispanoamérica, la falta de credibilidad internacional de la política exterior de España como consecuencia de las posiciones contradictorias de sus gobiernos, las oportunidades y retos que ofrece el espacio iberoamericano, o el sempiterno tema de Gibraltar, fueron algunos de ellos.
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