Washington, D.C.: EL pasado miércoles tuvimos el placer de recorrer parte de la historia reciente de Brasil con Mauro Marcondes-Rodrigues. Mauro es ex coordinador de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Vivió de cerca la transición hacia la democracia en Brasil.
La dictadura había comenzado un proceso de democratización gradual, con elecciones directas en niveles locales del gobierno. En 1983 arrancó un movimiento de protestas exigiendo elecciones directas. En el 85 finalmente se llevan a cabo las elecciones. La oposición liderada por Tancredo Neves consigue la victoria, pero con una coalición que incluía como segundo a José Sarney, que había sido presidente de ARENA, el partido gobernante de la dictadura. Inesperadamente, Tancredo Neves muere el día de su toma de posesión. Sarney acaba por sucederle. Y así empieza el nuevo capítulo de la democracia en Brasil.
Los distintos gobiernos que se suceden se enfrentan con grandes retos políticos. Poco a poco van adoptando políticas económicas para aplacar la inflación, pero sobretodo, se llevan a cabo políticas de industrialización que serán claves para el futuro del país. A lo largo de los años, el rol del Estado va cambiando, de tener una presencia absoluta, a permitir la privatización de grandes empresas.
Lula comienza postulándose con un programa de izquierdas que con los años va flexibilizándose. Antes de su victoria, Lula declara que cumplirá con las reglas del mercado renegando de parte de los principios del Partido dos Trabalhadores (PT), pero logrando el apoyo de parte del empresariado. Finalmente gana con una coalición de muchos partidos pequeños. Llega con una promesa de cambio y una vocación de centrar las políticas en los pobres. Su gran éxito consiste en agrupar las distintas políticas de erradicación de la pobreza existentes, como la Bolsa Estudio. Las políticas anteriores junto con la bonanza internacional favorecieron enormemente el segundo mandato de Lula.
Lula escogió a Dilma Rouseff como sucesora, demostrando que él era tan fuerte que era capaz de traspasar su popularidad. Efectivamente, ella gana con el 44% de votos, una mayoría muy fuerte y con la oposición fragmentada. Sin embargo, el mandato de Rouseff no está libre de desafíos. Entre otras cosas, la nueva dirección del PT vuelve a representar un desafío a la nueva presidenta.
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