«El aeroupuerto de Chicago parecía de pueblo», comentó Germán Quintana, Secretario del Banco Interamericano de Desarrollo sobre sus impresiones a la vuelta de un viaje a China al comparlo con los de Shangai y Pequín. Expresiones similares utilizó durante el foro Zorba del pasado 1 de junio al abordar las creicentes relaciones entre China y Latinoamérica.
Aún reconociendo no ser un experto en China, Gemán Quintana expuso sus impresiones personales sobre la pujanza del gigante asiático tras una visita al país que le hizo ver más alla del conocido lema ‘un país, dos sistemas’. A su juicio, la historia tiene un papel importante a la hora de entendar el modo de actuar actual del gobierno chino: un sentimiento de superiodidad perdida, antiguas hambrunas y el sometimiento a occidente, en particular tras la guerra del opio, conforman una visión que es independiente del régimen que gobierna.
Quintana explicó que la relación de China con Latinoamérica empezó en los años sesenta con el reconocimiento político, primero, de Cuba y, después, de Chile. Durantes esos años China financiaba alzamientos revolucionarios en el continente latinoamericano. Sin embargo, en un movimiento aparentemente contradictorio, China rechazó condenar las violaciones a los derechos humanos ocurridos en el Chile de Pinochet. Empezaba así la política China de no injerencia en asuntos internos.
A final del siglo pasado, la relación avanza y pasa a basarse en la obtención de materias primas. Esta entrada en Latinoamérica se produce, sin embargo, de un modo diferente a la irrupción de China en África: se basa en Tratados de Libre Comercio (TCL). Tras sólo un año de negociaciones, China firmó en 2005 su primer TCL con Chile. Fue precisamente el país asiático el que inció los contactos con Chile con la intención de aprender a negociar tales tratados, pues el país suramericano tenía ya amplia experiencia en ese campo. Perú y Costa Rica siguieron más adelante.
Si en el año 2000 el intercambio comercial entre China y Latinoamérica alcanzó los 12.000 millones de dólares, en 2010 ya se situaba alrededor de 180.000 millones con una inversión directa de unos 11.000 millones. De Brasil, China compra soja y concede prestamos a Petrobras; de Chile, cobre; de Perú, también cobre; y en Argentina, invierte en empresas públicas, en agricultura y en hidrocarburos. Muchas veces los pagos en compesación por las inversiones chinas en infrastructuras se llevan a cabo con materias primas. México es el único competidor directo de China por las ventas de ambos países de productos manufacturados a Estados Unidos.
Para China, los retos actuales —Ronda de Doha para la liberalización del comercio mundial, el cambio climático y la reforma del sistema financiero, junto con la pujanza de las economías emergentes— exigen un reequilibrio en las instituciones y tratados internacionales. Es por ello que China, que percibe en sus socios latinoamericanos un trato de igualdad, impulsa un política de buenas relaciones con todos los países del continente, sin tomar partido por ninguno de ellos, y de mayor cooperación tanto comercial como en sectores estratégicos como la energía, la bioindustria o la búsqueda de nuevos materiales.
Desde enero de 2009, y tras poner 350 millones de dólares, China forma parte del Banco Interamericano de Desarrollo como país donante. Actualmente, busca ser miembro de pleno derecho.
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